Estación
en Santa Susana
Idea dominante de la Misa de esta
Feria: La protección y el socorro de Dios son todopoderosos
INTROITO Salmo 5, 2-3
Presta
oídos, Señor, a mis palabras; escucha mis clamores, atiende a la voz de mis
suplicas, oh mi Rey y Dios mío. (S) Porque a ti enderezare mi oración: de
mañana, oh Señor, oirás mi voz. v/. Gloria al Padre…
COLECTA
Te
suplicamos, oh Dios todopoderoso, nos concedas que quienes macerando la carne
se abstienen de los alimentos, se abstengan también de pecar, siguiendo los
caminos de la justicia. Por nuestro Señor…
EPISTOLA Daniel
13,1-9.15-17.19-30.33-62.
Había
un varón, que habitaba en Babilonia, llamado Joaquín; el cual casó con una
mujer llamada Susana, hija de Helcías, hermosa en extremo, y temerosa de Dios, porque
sus padres, que eran virtuosos, instruyeron a su hija según la ley de Moisés. Era
Joaquim un hombre muy rico, y tenía un jardín junto a su casa, al cual
concurrían muchos judíos, por ser Joaquín el más respetable de todos ellos. Y
en aquel año fueron elegidos jueces del pueblo de los judíos dos ancianos de
aquellos de quienes dijo el Señor que la iniquidad había salido en Babilonia de
los ancianos que eran jueces, los cuales parecía que gobernaban al pueblo. Frecuentaban
éstos la casa de Joaquim, donde acudían a ellos todos cuantos tenían algún
pleito. Y cuando al mediodía se iba la gente, entraba Susana a pasearse en el
jardín de su marido.
La
veían los viejos cada día cómo entraba a pasearse; y se inflamaron en malos
deseos hacia ella; y perdieron el juicio, y desviaron sus ojos para no mirar al
cielo, y para no acordarse de sus justos juicios. Y mientras estaban aguardando
una ocasión oportuna, entró ella en el jardín, como solía todos los días,
acompañada solamente de dos doncellas, y quiso bañarse en el jardín, pues hacía
mucho calor.
Y no
había en él nadie sino los dos viejos, que se habían escondido, y la estaban acechando.
Dijo, pues, ella a sus doncellas: Traedme la confección aromática y los
perfumes, y cerrad las puertas del jardín; pues quiero bañarme. Así que se
hubieron ido las criadas, salieron los dos viejos, y corriendo hacia ella, le
dijeron: Mira, las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros
estamos enamorados de ti, condesciende, pues, con nosotros, y cede a nuestros
deseos. Porque si te resistieres a ello, testificaremos contra ti, diciendo que
estaba contigo un joven, que por eso despachaste tus doncellas. Prorrumpió
Susana en gemidos, y dijo: Estrechada me hallo por todos lados, porque si yo
hiciere eso que queréis, sería una muerte para mí; y si no lo hago, no me
libraré de vuestras manos. Pero mejor es para mí caer en vuestras manos sin
haber hecho tal cosa, que pecar en la presencia del Señor. Y dio Susana un
fuerte grito; y gritaron entonces los viejos contra ella. Y corrió uno de ellos
a las puertas del jardín, y las abrió. Y así que los criados de la casa oyeron
ruido en el jardín, corrieron allá por la puerta excusada para ver lo que era. Y
después de haber oído los criados lo que decían los jueces, quedaron sumamente
avergonzados; porque nunca tal cosa se había dicho de Susana. Llegó, pues, el
día siguiente. Y habiendo acudido el pueblo a la casa de Joaquín su marido,
vinieron también los dos viejos, armados de falsedades contra Susana, para
condenarla a muerte. Dijeron, pues, en presencia del pueblo: Envíese a llamar a
Susana, hija de Helcías, mujer de Joaquín. Y enviaron luego por ella. La cual
vino acompañada de sus padres e hijos y de todos sus parientes. Entretanto
lloraban los suyos y cuantos la conocían. Y levantándose los dos viejos en
medio del pueblo, pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana. Ella,
deshaciéndose en lágrimas, levantó sus ojos al cielo; porque su corazón estaba
lleno de confianza en el Señor. Y dijeron los viejos: Estándonos paseando solos
en el jardín, entró con dos criadas; y cerró las puertas del jardín enviando fuera
las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido, y pecó con
ella. Y nosotros que estábamos en un lado del jardín, viendo el atentado fuimos
corriendo adonde estaban, y los hallamos en el mismo acto. Mas al joven no
pudimos prenderlo, porque era más robusto que nosotros, y abriendo la puerta se
escapó corriendo. Pero habiendo cogido a ésta, le preguntamos quién era el
joven, y no nos lo quiso declarar, de este suceso somos nosotros testigos. Les
dio crédito la asamblea, como ancianos que eran y jueces del pueblo; y la
condenaron a muerte. Susana exclamó en alta voz y dijo: ¡Oh Dios eterno, que
conoces las cosas ocultas, que sabes todas las cosas aun antes que sucedan! Tú
sabes que éstos han levantado contra mí un falso testimonio; y he aquí que yo
muero sin haber hecho nada de lo que han inventado maliciosamente contra mí. Y
oyó el Señor su oración. Y cuando la conducían al suplicio, el Señor manifestó
el santo espíritu de profecía en un tierno jovencito llamado Daniel; el cual, a
grandes voces, comenzó a gritar: Inocente seré yo de la sangre de ésta. Y
volviéndose hacia él toda la gente, le dijeron: ¿Qué es eso que tú dices? Mas
él, puesto en pie en medio de todos, dijo: ¿Tan insensatos sois, ¡oh hijos de
Israel!, que, sin forma de juicio y sin conocer la verdad del hecho, habéis condenado
a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque éstos han dicho falso
testimonio contra ella. Retrocedió, pues, a toda prisa el pueblo; y los
ancianos le dijeron a Daniel: Ven, y siéntate en medio de nosotros e instrúyenos;
ya que te ha concedido Dios la honra y dignidad de anciano. Y dijo Daniel al
pueblo: Separad a estos dos lejos el uno del otro, y yo los examinaré. Y así
que estuvieron separados el uno del otro, llamando a uno de ellos, le dijo: Envejecido
en la mala vida, ahora llevarán su merecido los pecados que has cometido hasta
aquí, pronunciando injustas sentencias, oprimiendo a los inocentes y librando a
los malvados, a pesar de que el Señor tiene dicho: No harás morir al inocente
ni al justo. Ahora bien, si la viste pecar, di: ¿Bajo qué árbol los viste
confabular entre sí? Respondió él: Debajo de un lentisco. A lo que replicó
Daniel: Ciertamente que a costa de tu cabeza has mentido; pues he aquí que el
ángel del Señor, por sentencia que ha recibido de él, te partirá por medio. Y
habiendo hecho retirar a éste, hizo venir al otro, y le dijo: Raza de Canaán y
no de Judá, la hermosura te fascinó y la pasión pervirtió tu corazón. Así os
portabais con las hijas de Israel, las cuales de miedo condescendían con
vuestros deseos; pero esta hija de Judá no ha sufrido vuestra maldad.
Ahora
bien, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste tratando entre sí? El respondió:
Debajo de una encina. A lo que repuso Daniel: Ciertamente que también tú
mientes en daño tuyo; pues el ángel del Señor te está esperando con la espada
en la mano, para partirte por medio y matarte. Entonces toda la asamblea o
muchedumbre exclamó en alta voz, bendiciendo a Dios que salva a los que ponen
en él su esperanza. Y se levantaron contra los dos viejos, a los cuales
convenció Daniel por la misma boca de ellos de haber proferido un falso
testimonio, y les hicieron el mal que ellos habían intentado contra su prójimo;
y poniendo en ejecución la ley de Moisés, los mataron; con lo que fue salvada
en aquel día la sangre inocente.
GRADUAL Salmo 22, 4
Aunque
caminase yo por medio de la sombre de la muerte, no temeré ningún desastre;
porque tú estás conmigo, Señor. Tu vara y tu báculo han sido mi consuelo.
EVANGELIO Juan 8,1-11
Jesús
se retiró al monte de los Olivos: Y al
romper el día volvió según costumbre al templo; y como todo el pueblo concurría
a él, sentándose se puso a enseñarlos.
Cuando he aquí que los escribas y fariseos traen a una mujer cogida en
adulterio y, poniéndola en medio,
dijeron a Jesús : Maestro, esta mujer acaba de ser sorprendida en
adulterio. Moisés en la ley nos tiene
mandado apedrear a las adúlteras. Tú ¿qué dices a esto? Lo cual preguntaban
para tentarle y poder acusarle. Pero Jesús se inclinó hacia el suelo, y con el
dedo escribía en la tierra.
Mas
como porfiasen ellos en preguntarle, se enderezó, y les dijo: El que de
vosotros se halla sin pecado, que le tire la primera piedra. Y volviendo a inclinarse otra vez, continuaba
escribiendo en el suelo. Mas, oída tal
respuesta, se iban escabullendo uno tras otro, comenzando por los más viejos,
hasta que dejaron solo a Jesús y a la mujer que estaba en medio. Entonces
Jesús, enderezándose, le dijo: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha
condenado? Ella respondió: Nadie, Señor.
Y Jesús compadecido le dijo: Pues tampoco yo te condenaré. Anda, y no peques
más.
OFERTORIO Salmo 118,133
Endereza
mis pasos según la norma de tus palabras, y haz que no reine en mi injusticia
ninguna, Señor.
SECRETA
Te
pedimos, oh Dios todopoderoso, nos concedas que el don ofrecido en este
sacrificio purifique siempre y defienda nuestra fragilidad de todo mal. Por
nuestro Señor…
COMUNION Juan 8, 10 y 11
¿Ninguno
te ha condenado, mujer? Ninguno, Señor. Tampoco yo te condenare; no quieras ya
pecar más.
POSCOMUNION
Te
suplicamos, oh dios todopoderoso, que seamos contado entre los miembros de
aquel, cuyo cuerpo y sangre acabamos de recibir, Que contigo vive…
SOBRE EL PUEBLO
Oremos.
Humillad ante Dios vuestras cabezas
Extiende,
Señor, sobre tus fieles la diestra del auxilio celestial, para que te busquen
de todo corazón y merezcan conseguir lo que dignamente piden. Por nuestro
Señor…
Transcripto por Dña. Ana
María Gálvez
TEXTOS EN LATÍN
Sabbato post Dominicam III in QuadragesimaStatio ad S. Susannam
Introitus. Ps. v: 2-3.
Verba mea áuribus pércipe, Dómine, intéllege clamórem meum: inténde voci oratiónis meæ, Rex meus et Deus meus. Ps.ibid.,4Quóniam ad te orábo, Dómine: mane exáudies vocem meam. Glória Patri. Verba mea.
Oratio.
Præsta, quǽsumus, omnípotens Deus: ut, qui se, affligéndo carnem, ab aliméntis ábstinent; sectándo justítiam, a culpa jejúnent. Per Dóminum.
Dan. xiii: 1-9,15-17,19-30 et 33-62.
Léctio Daniélis Prophétæ.
In diébus illis: Erat vir hábitans in Babylóne, et nomen ejus Jóakim: et accépit uxorem nómine Susánnam, fíliam Helcíæ pulchram nimis, et timéntem Deum: paréntes enim illíus cum essent justi, erudiérunt fíliam suam secúndum legem Móysi. Erat autem Jóakim dives valde, et erat ei pomárium vicínum dómui suæ: et ad ipsum confluébant Judǽi, eo quod esset honorabílior ómnium. Et constítuti sunt de pópulo duo senes júdices in illo anno: de quibus locútus est Dóminus: «Quia egréssa est iníquitas de Babylóne a senióribus judícibus qui videbántur régere pópulum.» Isti frequentábant domum Jóakim, et veniébant ad eos omnes, qui habébant judícia. Cum autem pópulus revertísset per merídiem, ingrediebátur Susánna, et deambulábat in pomário viri sui. Et vidébant eam senes cotídie ingrediéntem et deambulántem: et exarsérunt in concupiscéntiam ejus: et evertérunt sensum suum, et declinavérunt óculos suos, ut non vidérent cœlum, neque recordaréntur judiciórum justórum. Factum est autem, cum observárent diem aptum, ingréssa est aliquándo sicut heri et núdius tértius, cum duábus solis puéllis, voluítque lavári in pomário: æstus quippe erat, et non erat ibi quisquam præter duos senes abscónditos et contemplántes eam. Dixit ergo puéllis: «Afférte mihi óleum et smígmata, et óstia pomárii cláudite, ut laver.» Cum autem egréssæ essent puéllæ, surrexérunt duo senes, et accurrérunt ad eam, et dixérunt: «Ecce, óstia pomárii clausa sunt, et nemo nos videt, et nos in concupiscéntia tui sumus: quam ob rem assentíre nobis, et commiscére nobiscum. Quod si nolúeris dicémus contra te testimónium quod fúerit tecum júvenis, et ob hanc causam emíseris puéllas a te.» Ingémuit Susánna, et ait: «Angústiæ sunt mihi úndique: si enim hoc égero, mors mihi est: si autem non egero, non effúgiam manus vestras. Sed mélius est mihi absque ópere incídere in manus vestras quam peccáre in conspéctu Dómini.» Et exclamávit voce magna Susánna: exclamavérunt autem et senes adversus eam. Et cucúrrit unus ad óstia pomárii, et aperuit. Cum ergo audíssent clamórem fámuli domus in pomário, irruérunt per postícum, ut vidérent, quidnam esset. Postquam autem senes locúti sunt, erubuérunt servi veheménter: quia numquam dictus fúerat sermo hujuscémodi de Susánna. Et facta est dies crástina. Cumque venísset pópulus ad Jóakim virum ejus venérunt et duo senióres, pleni iníqua cogitatióne advérsus Susánnam, ut interfícerent eam. Et dixérunt coram pópulo: «Míttite ad Susánnam fíliam Helcíæ uxórem Jóakim.» Et statim misérunt. Et venit cum paréntibus et fíliis et univérsis cognátis suis. Fiébant ígitur sui, et omnes qui nóverant eam. Consurgéntes autem duo senióres in médio pópuli, posuérunt manus suas super caput ejus. Quæ flens suspéxit ad cœlum: erat enim cor ejus fidúciam habens in Dómino. Et dixérunt senióres: «Cum deambularémus in pomário soli, ingréssa est hæc cum duábus puéllis: et clausit óstia pomárii et dimísit a se puéllas. Venítque ad eam adoléscens, qui erat abscónditus, et concúbuit cum ea. Porro nos, cum essémus in ángulo pomárii, vidéntes iniquitátem, cucúrrimus ad eos, et vídimus eos pariter commiscéri. Et illum quidem non quívimus comprehéndere, quia fórtior nobis erat, et apértis óstiis exsilívit: hanc autem cum apprehendissémus interrogávimus, quisnam esset adoléscens, et nóluit indicáre nobis: hujus rei testes sumus.» Crédidit eis multitúdo quasi sénibus et judícibus pópuli, et condemnavérunt eam ad mortem. Exclamávit autem voce magna Susánna, et dixit: «Deus ætérne, qui absconditórum es cógnitor, qui nosti ómnia, ántequam fiant, tu scis, quóniam falsum testimónium tulérunt contra me: et ecce, mórior, cum nihil horum fécerim, quæ isti malitióse composuérunt advérsum me.» Exaudívit autem Dóminus vocem ejus. Cumque ducerétur ad mortem, suscitávit Dóminus spíritum sanctum pueri junióris, cujus nomen Dániel. Et exclamávit voce magna: «Mundus ego sum a sánguine hujus.» Et convérsus omnis pópulus ad eum, dixit: «Quis est iste sermo, quem tu locútus es?» Qui cum staret in médio eórum ait: «Sic fátui, fílii Israël, non judicántes, neque quod verum est cognoscéntes, condemnástis fíliam Israël? Revertímini ad judícium, quia falsum testimónium locúti sunt advérsus eam.» Revérsus est ergo pópulus cum festinatióne. Et dixit ad eos Dániel: «Separáte illos ab ínvicem procul, et dijudicábo eos.» Cum ergo divísi essent alter ab áltero vocávit unum de eis, et dixit ad eum: «Inveteráte diérum malórum, nunc venérunt peccáta tua quæ operabáris prius: júdicans judícia injústa, innocéntes ópprimens, et dimíttens nóxios dicénte Dómino: “Innocéntem et justum non interfícies.” Nunc ergo, si vidisti eam, dic, sub qua arbóre vidéris eos colloquéntes sibi.» Qui ait: «Sub schino.» Dixit autem Dániel: «Recte mentítus es in caput tuum.» Ecce enim Angelus Dei, accépta senténtia ab eo, scindet te médium.» Et amóto eo, jussit veníre álium, et dixit ei: «Semen Chánaan, et non Juda, spécies decépit te, et concupiscéntia subvértit cor tuum: sic faciebátis filiábus Israël et illæ timéntes loquebántur vobis: sed fília Juda non sustínuit iniquitátem vestram. Nunc ergo dic mihi, sub qua arbóre comprehénderis eos loquéntes sibi.» Qui ait: «Sub prino.» Dixit autem ei Dániel: «Recte mentítus es et tu in caput tuum: manet enim Angelus Dómini, gládium habens, ut secet te médium et interfíciat vos.» Exclamávit itaque omnis cœtus voce magna, et benedixérunt Deum qui salvat sperántes in se. Et consurrexérunt advérsus duos senióres (convícerat enim eos Dániel ex ore suo falsum dixísse testimónium), fecerúntque eis, sicut male égerant advérsus próximum: et interfecérunt eos et salvátus est sanguis innóxius in die illa.
In diébus illis: Erat vir hábitans in Babylóne, et nomen ejus Jóakim: et accépit uxorem nómine Susánnam, fíliam Helcíæ pulchram nimis, et timéntem Deum: paréntes enim illíus cum essent justi, erudiérunt fíliam suam secúndum legem Móysi. Erat autem Jóakim dives valde, et erat ei pomárium vicínum dómui suæ: et ad ipsum confluébant Judǽi, eo quod esset honorabílior ómnium. Et constítuti sunt de pópulo duo senes júdices in illo anno: de quibus locútus est Dóminus: «Quia egréssa est iníquitas de Babylóne a senióribus judícibus qui videbántur régere pópulum.» Isti frequentábant domum Jóakim, et veniébant ad eos omnes, qui habébant judícia. Cum autem pópulus revertísset per merídiem, ingrediebátur Susánna, et deambulábat in pomário viri sui. Et vidébant eam senes cotídie ingrediéntem et deambulántem: et exarsérunt in concupiscéntiam ejus: et evertérunt sensum suum, et declinavérunt óculos suos, ut non vidérent cœlum, neque recordaréntur judiciórum justórum. Factum est autem, cum observárent diem aptum, ingréssa est aliquándo sicut heri et núdius tértius, cum duábus solis puéllis, voluítque lavári in pomário: æstus quippe erat, et non erat ibi quisquam præter duos senes abscónditos et contemplántes eam. Dixit ergo puéllis: «Afférte mihi óleum et smígmata, et óstia pomárii cláudite, ut laver.» Cum autem egréssæ essent puéllæ, surrexérunt duo senes, et accurrérunt ad eam, et dixérunt: «Ecce, óstia pomárii clausa sunt, et nemo nos videt, et nos in concupiscéntia tui sumus: quam ob rem assentíre nobis, et commiscére nobiscum. Quod si nolúeris dicémus contra te testimónium quod fúerit tecum júvenis, et ob hanc causam emíseris puéllas a te.» Ingémuit Susánna, et ait: «Angústiæ sunt mihi úndique: si enim hoc égero, mors mihi est: si autem non egero, non effúgiam manus vestras. Sed mélius est mihi absque ópere incídere in manus vestras quam peccáre in conspéctu Dómini.» Et exclamávit voce magna Susánna: exclamavérunt autem et senes adversus eam. Et cucúrrit unus ad óstia pomárii, et aperuit. Cum ergo audíssent clamórem fámuli domus in pomário, irruérunt per postícum, ut vidérent, quidnam esset. Postquam autem senes locúti sunt, erubuérunt servi veheménter: quia numquam dictus fúerat sermo hujuscémodi de Susánna. Et facta est dies crástina. Cumque venísset pópulus ad Jóakim virum ejus venérunt et duo senióres, pleni iníqua cogitatióne advérsus Susánnam, ut interfícerent eam. Et dixérunt coram pópulo: «Míttite ad Susánnam fíliam Helcíæ uxórem Jóakim.» Et statim misérunt. Et venit cum paréntibus et fíliis et univérsis cognátis suis. Fiébant ígitur sui, et omnes qui nóverant eam. Consurgéntes autem duo senióres in médio pópuli, posuérunt manus suas super caput ejus. Quæ flens suspéxit ad cœlum: erat enim cor ejus fidúciam habens in Dómino. Et dixérunt senióres: «Cum deambularémus in pomário soli, ingréssa est hæc cum duábus puéllis: et clausit óstia pomárii et dimísit a se puéllas. Venítque ad eam adoléscens, qui erat abscónditus, et concúbuit cum ea. Porro nos, cum essémus in ángulo pomárii, vidéntes iniquitátem, cucúrrimus ad eos, et vídimus eos pariter commiscéri. Et illum quidem non quívimus comprehéndere, quia fórtior nobis erat, et apértis óstiis exsilívit: hanc autem cum apprehendissémus interrogávimus, quisnam esset adoléscens, et nóluit indicáre nobis: hujus rei testes sumus.» Crédidit eis multitúdo quasi sénibus et judícibus pópuli, et condemnavérunt eam ad mortem. Exclamávit autem voce magna Susánna, et dixit: «Deus ætérne, qui absconditórum es cógnitor, qui nosti ómnia, ántequam fiant, tu scis, quóniam falsum testimónium tulérunt contra me: et ecce, mórior, cum nihil horum fécerim, quæ isti malitióse composuérunt advérsum me.» Exaudívit autem Dóminus vocem ejus. Cumque ducerétur ad mortem, suscitávit Dóminus spíritum sanctum pueri junióris, cujus nomen Dániel. Et exclamávit voce magna: «Mundus ego sum a sánguine hujus.» Et convérsus omnis pópulus ad eum, dixit: «Quis est iste sermo, quem tu locútus es?» Qui cum staret in médio eórum ait: «Sic fátui, fílii Israël, non judicántes, neque quod verum est cognoscéntes, condemnástis fíliam Israël? Revertímini ad judícium, quia falsum testimónium locúti sunt advérsus eam.» Revérsus est ergo pópulus cum festinatióne. Et dixit ad eos Dániel: «Separáte illos ab ínvicem procul, et dijudicábo eos.» Cum ergo divísi essent alter ab áltero vocávit unum de eis, et dixit ad eum: «Inveteráte diérum malórum, nunc venérunt peccáta tua quæ operabáris prius: júdicans judícia injústa, innocéntes ópprimens, et dimíttens nóxios dicénte Dómino: “Innocéntem et justum non interfícies.” Nunc ergo, si vidisti eam, dic, sub qua arbóre vidéris eos colloquéntes sibi.» Qui ait: «Sub schino.» Dixit autem Dániel: «Recte mentítus es in caput tuum.» Ecce enim Angelus Dei, accépta senténtia ab eo, scindet te médium.» Et amóto eo, jussit veníre álium, et dixit ei: «Semen Chánaan, et non Juda, spécies decépit te, et concupiscéntia subvértit cor tuum: sic faciebátis filiábus Israël et illæ timéntes loquebántur vobis: sed fília Juda non sustínuit iniquitátem vestram. Nunc ergo dic mihi, sub qua arbóre comprehénderis eos loquéntes sibi.» Qui ait: «Sub prino.» Dixit autem ei Dániel: «Recte mentítus es et tu in caput tuum: manet enim Angelus Dómini, gládium habens, ut secet te médium et interfíciat vos.» Exclamávit itaque omnis cœtus voce magna, et benedixérunt Deum qui salvat sperántes in se. Et consurrexérunt advérsus duos senióres (convícerat enim eos Dániel ex ore suo falsum dixísse testimónium), fecerúntque eis, sicut male égerant advérsus próximum: et interfecérunt eos et salvátus est sanguis innóxius in die illa.
Graduale.Ps. xxii: 4.
Si ámbulem in médio umbræ mortis, non timébo mala: quóniam tu mecum es, Dómine. v. Virga tua et báculus tuus, ipsa me consoláta sunt.
Joann. viii: 1-11
Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem.
Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem.
In illo témpore: Perréxit Jesus in montem Olivéti: et dilúculo íterum venit in templum, et omnis pópulus venit ad eum, et sedens docébat eos. Addúcunt autem scribæ et pharisǽi mulíerem in adultério deprehénsam: et statuérunt eam in médio et dixérunt ei: «Magister, hæc mulier modo deprehénsa est in adultério. In lege autem Moyses mandávit nobis hujúsmodi lapidáre. Tu ergo quid dicis?» Hoc autem dicébant tentántes eum ut possent accusáre eum. Jesus autem inclínans se deórsum dígito scribébat in terra. Cum ergo perseverárent interrogántes eum, eréxit se, et dixit eis: «Qui sine peccáto est vestrum primus in illam lápidem mittat.» Et íterum se inclínans, scribébat in terra. Audiéntes autem unus post unum exíbant, incipiéntes a senióribus: et remánsit solus Jesus, et múlier in médio stans. Erigens autem se Jesus, dixit ei: «Múlier, ubi sunt, qui te accusábant? nemo te condemnávit?» Quæ dixit: «Nemo, Dómine.» Dixit autem Jesus: «Nec ego te condemnábo: Vade, et jam ámplius noli peccáre.»
Offertorium.Ps. cxviii: 133.
Gressus meos dírige secúndum elóquium tuum: ut non dominétur mei omnis injustítia, Dómine.
Secreta.
Concéde, quǽsumus, omnípotens Deus: ut hujus sacrifícii munus oblátum, fragilitátem nostram ab omni malo purget semper et múniat. Per Dóminum.
Communio. Joann. viii: 10 et 11.
«Nemo te condemnávit, mulier?» «Nemo, Dómine.» «Nec ego te condemnábo: jam ámplius noli peccáre.»
Postcommunio.
Quǽsumus, omnípotens Deus: ut inter ejus membra numerémur, cujus córpori communicámus et sánguini: Qui tecum.
Super populum:
Orémus. Humiliáte cápita vestra Deo.
Oratio.
Præténde, Dómine, fidélibus tuis déxteram cœléstis auxílii: ut te toto corde perquírant; et, quæ digne póstulant, cónsequi mereántur.
Per Dóminum.
Per Dóminum.