jueves, 22 de enero de 2015

ISTE, QUEM LAETI. Himno de la Vísperas de San Ildefonso. Propios de la Archidiocesis de Toledo


El himno Iste quem laeti es el himno propio de las I y II Vísperas de la Solemnidad de San Ildefonso, patrono principal de la Archidiócesis de Toledo (España). Como casi todo los himnos propios quiere ser un homenaje de la vida del Santo. En la primera se manifiesta este deseo de honrar a aquel cuyo bajo patronazgo se encuentra la diocesis. 
La segunda estrofa recuerda el origen monacal de San Ildefonso en la misma ciudad de Toledo, en el monasterio Agaliense -hoy desaparecido-. Lleno de virtudes y sabiduría fue elevado al Arzobispado de Toledo y gobernado la sede escribió su Tratado en defensa de la Virginidad de la Virgen María con el fin de combatir la herejía Joviniano (390). Los tres herejes aludidos son el citado Joviniano, Elvidio y un judío.
Por ello, la cuarta estrofa, canta el agradecimiento de la Madre de Dios que en la noche del 18 de diciembre del 665, festividad de la Expectación de Nuestra Señora, cuando San Ildefonso, junto con sus clérigos y algunos otros, se dirigían a la iglesia para cantar himnos en honor a la Virgen María, encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante. Se acercaron al altar y ante ellos se encontraba la Virgen María, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de ángeles entonando cantos celestiales. María hizo una seña con la cabeza a Ildefonso para que se acercara. Habiendo obedecido, fijó sus ojos sobre él y dijo: - Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla, la cual mi Hijo te envía de su tesorería.
Habiendo dicho esto, la Virgen misma lo invistió, dándole las instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor”.
La cuarta estrofa cuenta otro capítulo milagroso de la Vida de nuestro Santo Patrono: Estando en oración San Ildefonso, arzobispo de Toledo, ante el sepulcro de esta santa, en presencia del rey Recesvinto y de toda la corte, se quitó por sí misma la losa que cubría el sepulcro, que era de una enorme
grandeza. Santa Leocadia salió del sepulcro cubierta con un gran velo y, encarándose con el santo arzobispo, le dijo: «Eres dichoso, Ildefonso, en tener una tan viva y tierna devoción a la santísima Virgen, y por haber defendido con tanto valor contra sus enemigos su gloria y sus insignes prerrogativas; continúa, ilustre devoto de María, honrando y haciendo que los demás honren a nuestra común Reina. Os aseguro que lo debéis esperar todo de su poder y de su bondad». Habiendo dicho esto se volvió Santa Leocadia a su sepultura, dejando a todos los asistentes con un santo temor y una respetuosa admiración, que se asemejaban a un dulce éxtasis. Durante esta milagrosa aparición, habiendo San Ildefonso tomado en su mano la punta del velo de la Santa, cortó un pedazo de él con el cuchillo que el Rey llevaba a la cintura.
La quinta y última estrofa es la doxología a la Trinidad con la que suelen terminar los himnos y nuevamente menciona el milagro de la imposición de la casulla. 

ISTE; QUEM LETI
Iste, quem laeti cánimus fideles,
praesul Alfonsus pius es patronus;
Ergo plaudénti repetámus ore,
Vota precésque.




Regulam primum mónachi secútus,
Inde Toléti cáthedram gubernans,
Haéresis sectam triplicis superno
Lúmine vincit.


Laude pro tali súperis ab oris,
Virgo descéndens, radiánsque nimbo,
Aureo, vestis fámulum sacratae,
Múnera donat.


Leocádiae quoque vox subinde
Praésulis sancti méritis resúltat:
Ipse rex, clerus, populúsque laudes,
audiit omnes.


Summa laus Patri, Genitoque, cuius
Mater Alfónsum decorávit alba
Veste, laudétur páriter per omne
Spíritus aevum. Amén.

Este obispo, a quien cantamos alegres los fieles; es Ildefonso piadoso nuestro patrono,  por lo que vamos a volver a hacer resonar en nuestra boca nuestras súplicas y preces. 
Siguió primero la regla de los monjes, de allí vino a gobernar la sede de Toledo y  venció con claridad en lo alto la secta de los tres herejes.  
Alabanza por ello desde el cielo  descendiendo la Virgen  hasta la orilla, con aureola de luz radiante, da a su hijo un regalo, un ornamento sagrado.   
También la voz de Leocadia quiere testimoniar los méritos del santo: y así, todos- el rey, el clero y el pueblo- escuchan las alabanzas.
Suma alabanza al Padre y al Hijo, y a su Madre que decoró a Ildefonso con vestidura blanca, y sea igualmente alabado por todo tiempo el Espíritu Santo. Amén.