miércoles, 29 de mayo de 2013

PRAEFATIO DE SANCTISSIMO SACRAMENTO. Prefacio del Santísimo Sacramento. Ad libitum. Traducción y partituras.


PREFACIO DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Este prefacio se dice ad libitum en la fiesta de Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor y en las misas votivas del Santísimo Sacramento.
Este prefacio da gracias a Dios Padre por Jesucristo y la institución del Sacramento de la Eucaristía.  Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo, «la noche en que fue entregado» (1 Co 11, 23), mientras celebraba con sus Apóstoles la Última Cena,  tomando en sus manos el pan, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros». Después tomó en sus manos el cáliz con el vino y les dijo: «Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía». Así, instituye el sacrificio de la nueva alianza y quedan invalidados los de la Antigua. El sacrificio de Cristo es la sola ofrenda pura que complace al Padre.
La Eucaristía es memorial del sacrificio de Cristo, en el sentido de que hace presente y actual el sacrificio que Cristo ha ofrecido al Padre, una vez por todas, sobre la Cruz en favor de la humanidad. El carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta en las mismas palabras de la institución: «Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros» y «Este cáliz es la nueva alianza en mi Sangre que se derrama por vosotros» (Lc 22, 19-20). El sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la Eucaristía son un único sacrificio. Son idénticas la víctima y el oferente, y sólo es distinto el modo de ofrecerse: de manera cruenta en la cruz, incruenta en la Eucaristía.
En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se hace también sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo. En cuanto sacrificio, la Eucaristía se ofrece también por todos los fieles, vivos y difuntos, en reparación de los pecados de todos los hombres y para obtener de Dios beneficios espirituales y temporales. También la Iglesia del cielo está unida a la ofrenda de Cristo.
La sagrada Comunión acrecienta nuestra unión con Cristo y con su Iglesia, conserva y renueva la vida de la gracia, recibida en el Bautismo y la Confirmación y nos hace crecer en el amor al prójimo. Fortaleciéndonos en la caridad, nos perdona los pecados veniales y nos preserva de los pecados mortales para el futuro.
La Eucaristía es prenda de la gloria futura porque nos colma de toda gracia y bendición del cielo, nos fortalece en la peregrinación de nuestra vida terrena y nos hace desear la vida eterna, uniéndonos a Cristo, sentado a la derecha del Padre, a la Iglesia del cielo, a la Santísima Virgen y a todos los santos. «En la Eucaristía, nosotros partimos "un mismo pan que es remedio de inmortalidad, antídoto no para morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre"» (San Ignacio de Antioquía).
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Qui remótis carnálium victimárum inánibus umbris, Corpus et Sánguinem suum nobis in sacrifícium commendávit: ut in omni loco offerátur nómini tuo, quae tibi sola complácuit, oblátio munda.
In hoc ígitur inscrutábilis sapientiae, et imménsae caritátis mystério, idípsum quod semel in Cruce perfécit, non cessat mirabíliter operári, ipse ófferens, ipse et oblátio.
Et nos, unam secum hóstiam effectos, ad sacrum ínvitat convívium, in quo ipse cibus noster súmitur, recólitur memória Passiónis eius, mens implétur grátia, et futúrae glóriae nobis pignus datur. Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia coeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:.
Realmente es justo y necesario,  es nuestro deber y salvación, es decir, darte gracias siempre y en todas lugar,  Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
Que abandonando la vanas sombras de los sacrificios antiguos, nos dio el sacrificio de su carne y sangre: para que en todo lugar  se hecho a tu nombre la sola ofrenda pura que te complace.
Y en este misterio de sabiduría insondable y de inmensa caridad, el mismo que se ofreció en la cruz, él no deja de obrar de una manera admirable, siendo él mismo el que ofrece y el que es ofrecido.
Y a nosotros, en la unidad de una misma ofrenda, se nos invita al festín sagrado en el que él mismo se hace nuestro alimento, se renueva el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura.
Por ello, con los ángeles y los arcángeles, con los tronos y las dominaciones, y con todo el ejército de la milicia celestial, cantamos el himno de tu gloria, diciendo sin cesar: