sábado, 11 de febrero de 2012

Domingo de Sexágesima -sugerencias para la homilía-


TEXTO I
BENEDICTO XVI
Ángelus, 10 de julio de 2011

Jesús se dirige a la multitud con la célebre parábola del sembrador. Es una página de algún modo «autobiográfica», porque refleja la experiencia misma de Jesús, de su predicación: él se identifica con el sembrador, que esparce la buena semilla de la Palabra de Dios, y percibe los diversos efectos que obtiene, según el tipo de acogida reservada al anuncio. Hay quien escucha superficialmente la Palabra pero no la acoge; hay quien la acoge en un primer momento pero no tiene constancia y lo pierde todo; hay quien queda abrumado por las preocupaciones y seducciones del mundo; y hay quien escucha de manera receptiva como la tierra buena: aquí la Palabra da fruto en abundancia.
Pero este Evangelio insiste también en el «método» de la predicación de Jesús, es decir, precisamente, en el uso de las parábolas. «¿Por qué les hablas en parábolas?», preguntan los discípulos (Mt 13, 10). Y Jesús responde poniendo una distinción entre ellos y la multitud: a los discípulos, es decir, a los que ya se han decidido por él, les puede hablar del reino de Dios abiertamente; en cambio, a los demás debe anunciarlo en parábolas, para estimular precisamente la decisión, la conversión del corazón; de hecho, las parábolas, por su naturaleza, requieren un esfuerzo de interpretación, interpelan la inteligencia pero también la libertad. Explica san Juan Crisóstomo: «Jesús pronunció estas palabras con la intención de atraer a sí a sus oyentes y solicitarlos asegurando que, si se dirigen a él, los sanará» (Com. al Evang. de Mat., 45, 1-2). En el fondo, la verdadera «Parábola» de Dios es Jesús mismo, su Persona, que, en el signo de la humanidad, oculta y al mismo tiempo revela la divinidad. De esta manera Dios no nos obliga a creer en él, sino que nos atrae hacia sí con la verdad y la bondad de su Hijo encarnado: de hecho, el amor respeta siempre la libertad.

TEXTOS II
BENEDICTO XVI
Discurso, 11 de Febrero de 2012

La renovación comienza dentro; se os dará una fuerza de lo Alto. La fuerza dinámica del futuro está dentro de vosotros.
Está dentro..., pero ¿cómo? Como la vida está oculta en la semilla: así lo explicó Jesús en un momento crítico de su ministerio. Éste comenzó con gran entusiasmo, pues la gente veía que se curaba a los enfermos, se expulsaba a los demonios y se proclamaba el Evangelio; pero, por lo demás, el mundo seguía como antes: los romanos dominaban todavía, la vida era difícil en el día a día, a pesar de estos signos y de estas bellas palabras. El entusiasmo se fue apagando, hasta el punto de que muchos discípulos abandonaron al Maestro (cf. Jn 6,66), que predicaba, pero no transformaba el mundo. Y todos se preguntaban: En fondo, ¿qué valor tiene este mensaje? ¿Qué aporta este Profeta de Dios? Entonces, Jesús habló de un sembrador, que esparce su semilla en el campo del mundo, explicando después que la semilla es su Palabra (cf. Mc 4,3-20) y son sus curaciones: ciertamente poco, si se compara con las enormes carencias y dificultades de la realidad cotidiana. Y, sin embargo, en la semilla está presente el futuro, porque la semilla lleva consigo el pan del mañana, la vida del mañana. La semilla parece que no es casi nada, pero es la presencia del futuro, es la promesa que ya hoy está presente; cuando cae en tierra buena da una cosecha del treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno.
Amigos míos, vosotros sois una semilla que Dios ha sembrado en la tierra, que encierra en su interior una fuerza de lo Alto, la fuerza del Espíritu Santo. No obstante, para que la promesa de vida se convierta en fruto, el único camino posible es dar la vida por amor, es morir por amor. Lo dijo Jesús mismo: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12,24-25). Así habló y así hizo Jesús: su crucifixión parece un fracaso total, pero no lo es. Jesús, en virtud «del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha» (Hb 9,14). De este modo, cayendo en tierra, pudo dar fruto en todo tiempo y a lo largo de todos los tiempos. En medio de vosotros tenéis el nuevo Pan, el Pan de la vida futura, la Santa Eucaristía que nos alimenta y hace brotar la vida trinitaria en el corazón de los hombres.
Jóvenes amigos, semillas con la fuerza del mismo Espíritu Eterno, que han germinado al calor de la Eucaristía, en la que se realiza el testamento del Señor. Él se nos entrega y nosotros respondemos entregándonos a los otros por amor suyo. Éste es el camino de la vida; pero se podrá recorrer sólo con un diálogo constante con el Señor y en auténtico diálogo entre vosotros. La cultura social predominante no os ayuda a vivir la Palabra de Jesús, ni tampoco el don de vosotros mismos, al que Él os invita según el designio del Padre. Queridísimos amigos, la fuerza se encuentra dentro de vosotros, como estaba en Jesús, que decía: «El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace las obras... El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre» (Jn 14,10.12). Por eso, no tengáis miedo de tomar decisiones definitivas. Generosidad no os falta, lo sé. Pero frente al riesgo de comprometerse de por vida, tanto en el matrimonio como en una vida de especial consagración, sentís miedo: «El mundo vive en continuo movimiento y la vida está llena de posibilidades. ¿Podré disponer en este momento por completo de mi vida sin saber los imprevistos que me esperan? ¿No será que yo, con una decisión definitiva, me juego mi libertad y me ato con mis propias manos?» Éstas son las dudas que os asaltan y que la actual cultura individualista y hedonista exaspera. Pero cuando el joven no se decide, corre el riesgo de seguir siendo eternamente niño.
Yo os digo: ¡Ánimo! Atreveos a tomar decisiones definitivas, porque, en verdad, éstas son las únicas que no destruyen la libertad, sino que crean su correcta orientación, permitiendo avanzar y alcanzar algo grande en la vida. Sin duda, la vida tiene un valor sólo si tenéis el arrojo de la aventura, la confianza de que el Señor nunca os dejará solos. Juventud angoleña, deja libre dentro de ti al Espíritu Santo, a la fuerza de lo Alto. Confiando en esta fuerza, como Jesús, arriésgate a dar este salto, por decirlo así, hacia lo definitivo y, con él, da una posibilidad a la vida. Así se crearán entre vosotros islas, oasis y después grandes espacios de cultura cristiana, donde se hará visible esa «ciudad Santa, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia». Ésta es la vida que merece la pena vivir y que de corazón os deseo.

TEXTO III
CATENEA AUREA
(www.almudi.org)

Teofilacto
Lo que David había predicho de la persona de Jesucristo "Abriré mi boca en parábolas" (Sal 77, 2), lo cumple aquí el Señor. Por esto se dice: "Y como hubiese concurrido un crecido número de pueblo, y acudiesen solícitos a El de las ciudades, dijo por semejanza". El Señor hablaba por medio de parábolas primeramente para que le oyesen con más atención, porque acostumbraban los hombres a ejercitarse en las cosas oscuras, menospreciando las más claras. En segundo lugar, para que los indignos no comprendiesen lo que se les decía místicamente.

Orígenes
Por esto se dice terminantemente: "Y como hubiese concurrido un crecido número y acudiesen de las ciudades", etc. No son muchos, sino pocos, los que andan por el camino estrecho y los que encuentran el camino que conduce a la vida. Por esto dice San Mateo ( Mt 13), que fuera de la casa enseñaba por medio de parábolas, pero que explicaba estas mismas a sus discípulos, cuando se encontraban dentro.

Eusebio
El Señor expone muy oportunamente esta primera parábola a la muchedumbre, no sólo a la que estaba presente, sino también a la que después de ella había de venir, invitándolos a escuchar sus palabras, cuando dice: "Salió el que siembra, a sembrar su simiente".

Beda
No podemos entender que este sembrador sea otro que el Hijo de Dios, quien saliendo del seno de su Padre, a donde las criaturas no podían llegar, vino a este mundo, para dar testimonio de la verdad ( Jn 19).

Crisóstomo in Mat. hom. 45
Salió el que está en todas partes y no en un solo lugar, pero se aproximó a nosotros por medio del vestido de la carne. Con razón Jesucristo designa su venida con el nombre de salida, porque estábamos excluidos de Dios y como rebeldes condenados por el Rey. De esta manera el que quiere reconciliarlos, saliendo fuera hacia ellos, les habla hasta que, resultando dignos de la presencia del Rey, los introduce. Así obró Jesucristo.

Teofilacto
Sale ahora no para perder a los labradores, ni a quemar la tierra, sino a sembrar; porque muchas veces el labrador que siembra, sale con otro fin, y no sólo a sembrar.

Eusebio
Salieron también algunos de la patria celestial y bajaron a los hombres, no a sembrar, puesto que no eran sembradores, sino enviados a ejercer el oficio de ministros del Espíritu. Moisés, y los profetas después de él, no sembraron en los hombres los misterios del reino de los cielos; pero retraían a los insensatos del error de la maldad y del culto de los ídolos. Cultivaban, por decirlo así, las almas de los hombres, y las convertían en campos nuevos. Sólo el sembrador de todos, el Verbo de Dios, salió a evangelizar la nueva semilla, esto es, los misterios del reino de los cielos.

Teofilacto
No cesa el Hijo de Dios de sembrar en nuestras almas, porque no solamente cuando enseña, sino también cuando crea, siembra en nuestras almas las buenas semillas.

Tito Bostrense
Salió a sembrar su propia semilla, porque no recibió la palabra como prestada, puesto que El es por naturaleza el Verbo de Dios vivo. La semilla de Pablo ni la de Juan son propias; la tienen porque la han recibido. Jesucristo, por el contrario, tiene su propia semilla, sacando de su naturaleza la doctrina. Por eso los mismos judíos decían: "¿Cómo conoce éste las letras, que no aprendió?" ( Jn 7, 15).

Eusebio
Enseña que hay dos grados entre aquellos que reciben la divina semilla. El primero se compone de aquellos que se hicieron dignos de la vocación del cielo, pero que pierden la gracia por negligencia y tibieza. El segundo se compone de aquellos que multiplican la semilla por medio de buenos frutos. Además San Mateo establece tres diferencias en cada uno de estos grados. Porque aquellos que sofocan la semilla no tienen igual modo de perderla y los que fructifican con ella, no reciben la misma abundancia. Por esto da a conocer las ocasiones en que se pierde la semilla. Los unos, sin haber pecado, pierden la semilla saludable que hay en sus almas, sustraída a su atención y a su memoria por los espíritus malignos y por los demonios que vuelan en el aire, o por los hombres engañosos y astutos, que llamó volátiles. Por esto añade: "Y cuando sembraba, una parte cayó junto al camino".

Teofilacto
No dijo que, el que siembra, arrojó la semilla junto al camino, sino que la semilla cayó. El que siembra enseña buena doctrina, pero su palabra cae sobre los oyentes de diversa manera, de suerte que algunos de ellos se consideran como camino: "Y fue hollada, y las aves del cielo la comieron".

San Cirilo
Todo camino es árido e inculto en cierto sentido, porque es pisado por todos y ninguna semilla puede desarrollarse en él. Así, en los que tienen su corazón indócil, no pueden penetrar las divinas enseñanzas ni germinar la alabanza de las virtudes. Estos son el camino frecuentado por los espíritus inmundos. Hay también algunos que reciben la fe de una manera superficial, como si ésta sólo consistiese en palabras. La fe de éstos carece de raíz. Y por esto añade: "Y otra cayó sobre piedras, y cuando fue nacida, se secó, porque no tenía humedad".

Beda
Llama piedra al corazón endurecido e indomable. Por el contrario, la humedad es agua para la raíz de la semilla, que en otra parábola está figurado por el óleo, destinado a alimentar las lámparas de las vírgenes ( Mt 25), y que representa el amor y la perseverancia en la virtud.

Eusebio
Hay también algunos que Cristo llama espinas, por la avaricia, por el apetito sensual y por los cuidados del mundo. Sofocan la semilla que en ellos se sembró. Acerca de lo que dice: "Y otra cayó entre espinas", etc.

Crisóstomo in Mat. hom. 4
Así como las espinas no permiten que nazca la semilla, sino que la sofocan por su espesor, así los cuidados de la vida presente, no permiten que fructifique la semilla espiritual. Reprensible sería el labrador que sembrase sobre espinas punzantes, sobre piedras y en el camino. Porque no es posible que la piedra se haga tierra, ni que el camino deje de ser camino, ni que las espinas dejen de ser espinas. Al contrario, no sucede lo mismo en las cosas espirituales, pues es posible que la piedra se convierta en tierra rica, que el camino no se pise y que las espinas desaparezcan.

San Cirilo
Son tierra rica y fértil las almas humildes y buenas, que en su humildad reciben la semilla de la palabra, la conservan y la hacen fructificar. Y en cuanto a esto se dice: "Y otra cayó en buena tierra, nació y dio fruto de ciento por uno". Cuando se introduce la palabra divina en una inteligencia limpia de los cuidados mundanos, echa raíces profundas, produce espigas y crece oportunamente.

Beda
El fruto centuplicado es el que llama fruto perfecto, pues el número diez expresa siempre la perfección, porque la custodia de la ley (esto es, su observancia) se contiene en diez preceptos. El número diez multiplicado por sí mismo, forma el número cien, y con este número se representa la gran perfección.

San Cirilo
Cuál es el sentido de esta parábola, lo vamos a saber por Aquel que la compuso. Por esto sigue: "Dicho esto, comenzó a hablar en alta voz diciendo: Quién tiene orejas de oír, oiga".

San Basilio
Oír pertenece al entendimiento. Por esto el Señor llama la atención a los que lo oyen, para que comprendan bien lo que va a decir.

Beda
Cuantas veces se hace esta advertencia, ya en el Evangelio ya en el Apocalipsis de San Juan. Anuncia que lo que se dice es misterioso y que debemos meditarlo con más atención. Por eso los discípulos, ignorándolo, preguntaban al Salvador. Sigue, pues: "Sus discípulos le preguntaban qué parábola era ésta". Sin embargo, no se crea que los discípulos le preguntaron al punto que terminó la parábola, sino que, como dice San Marcos: "Le preguntaron estando solo" ( Mc 4, 10).

Orígenes
La parábola es el relato de un hecho imaginario que no aconteció como se cuenta, pero que es posible, y que significa otra cosa por la aplicación de lo que se refiera en la parábola. Un enigma es la consecuencia de una relación imaginaria, que ni aconteció ni es posible, pero que tiene un sentido oculto, como aquello que se dice en el libro de los Jueces: "Que los árboles se reunieron para elegir rey" ( Jc 9, 8). No aconteció a la letra como lo refiere el evangelista, aunque fue posible que se hiciese.

Eusebio
El Señor les dijo el motivo por qué hablaba a las turbas por medio de parábolas. Por esto añade: "Y les dijo: A vosotros es dado el saber el misterio del reino de Dios".

San Gregorio Nacianceno
Cuando oigas esto no introduzcas diferentes naturalezas, como ciertos herejes, que piensan que la naturaleza de unos es de perderse, y la de otros de salvarse. Sin embargo algunos son de tal modo, que su voluntad los lleva a lo peor o a lo mejor. Pero añade a esto que se dice: "A vosotros es dado". Es dado a los que quieren y a los simplemente dignos.

Teofilacto
A los que son indignos de tan grandes misterios, se les dice de un modo oscuro. De donde sigue: "Mas a los otros en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan". Ellos creen que ven, pero no ven; y oyen ciertamente, pero no entienden. Jesucristo les ha ocultado esto para que no reciban un daño mayor si llegan a despreciar estos misterios divinos después de conocerlos, pues el que primero entiende y después desprecia, merece mayor castigo

Beda
Así oyen sólo en parábolas, cuando cerrados los sentidos de su alma, no se cuidan de conocer la verdad, olvidándose de lo que dijo el Señor: "Quien tiene orejas de oír, oiga".

San Gregorio in Evang. hom. 15
El Señor se dignó explicar lo que había dicho para que sepamos buscar la significación de todas las cosas, aun de aquéllas que no nos quiso explicar. Porque sigue: "Es, pues, ésta la parábola: La simiente es la palabra de Dios".

San Eusebio
Dice que hay tres causas por medio de las que se destruye la semilla que cae sobre nuestras almas. Unos destruyen la semilla escondida en sus almas, dando oídos a todos los que quieren engañarlos. De éstos añade: "Y los que junto al camino, son aquéllos que la oyen; mas luego viene el diablo y quita la palabra del corazón de ellos".

Beda
Estos son los que oyen la palabra divina sin fe, sin deseo de conocerla, sin ninguna intención de sacar provecho de ella aplicándola a sus acciones.

Eusebio
Otros, no habiendo recibido la palabra de Dios en el fondo de su alma, la dejan perecer cuando llega el día de la adversidad, acerca de los que dice el Señor: "Mas los que sobre piedra, son los que reciben con gozo la palabra cuando la oyeron, y éstos no tienen raíces, porque a tiempo creen y en el tiempo de la tentación vuelve atrás".

San Cirilo
Cuando entran en la iglesia oyen la explicación de los divinos misterios con poca voluntad y cuando han salido de la iglesia se olvidan de los sagrados misterios. Y si la fe cristiana está en paz, perseveran. Pero si la persecución la turba, su alma huye, porque su fe no tiene raíces.

San Gregorio, hom. 15, in Evang
Muchos emprenden buenas obras y cuando empiezan a ser molestados por las adversidades o por las tentaciones, abandonan lo empezado. La tierra pedragosa de sus corazones no tuvo humedad suficiente para poder hacer germinar la semilla que recibió y que llegase a dar fruto.

Eusebio
Algunos, en verdad, sofocan también la semilla escondida en sus corazones con las riquezas y con los placeres, como con espinas punzantes. Respecto de los que se añade: "Y la que cayó entre espinas; éstos son los que la oyeron, pero en quienes es sofocada por los afanes, por las riquezas y los deleites de la vida", etc.

San Gregorio ut sup
Es digno de admiración el considerar cómo el Señor llamó a las riquezas espinas, siendo así que éstas punzan y aquéllas deleitan. Y sin embargo, son espinas, porque hieren la inteligencia con las punzadas de sus pensamientos y cuando la conducen hasta el pecado, le infieren cruelmente una terrible herida. Las riquezas llevan consigo dos cosas: los cuidados y las satisfacciones; porque oprimen la inteligencia con el afán de los cuidados y la disipan con su afluencia. Sofocan también la semilla, porque interceptan el camino de la inteligencia con vanos pensamientos, y no permitiendo que entre en el corazón ningún buen deseo, cierran la puerta a la inspiración divina.

Eusebio
Todo esto fue predicho por el Salvador y ha sido demostrado por los hechos. No se ha dado ninguna otra manera de culto divino, sino según alguno de los modos predichos por El.

Crisóstomo in Mat. hom. 45
Y para compendiar esto en pocas palabras, diremos que éstos no quieren oírlo por negligencia, aquéllos por cobardía o debilidad, los otros, en fin, porque se han hecho como esclavos del placer y de las cosas del mundo. Bueno es el orden del camino, de la piedra y de las espinas. Necesarias son, por consiguiente, en primer lugar la memoria y la cautela, después la fortaleza y consiguientemente el menosprecio de las cosas presentes. Habla después de la buena tierra, que hace lo contrario que el camino, la piedra y las espinas, cuando añade: "Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que, oyendo la palabra con corazón bueno y muy sano, la retienen", etc. No la retienen los que están junto al camino, porque el diablo les roba la semilla; los que están sobre la piedra no sostienen con paciencia el empuje de la tentación por su imbecilidad; y los que están sobre espinas, no fructifican, sino que se sofocan.

San Gregorio ut sup
La tierra buena produce el fruto por medio de la paciencia. Porque son inútiles todas nuestras buenas obras si no sufrimos con resignación aun las malas acciones de nuestros prójimos. Así producen frutos de paciencia, porque sufriendo humildemente todas las contrariedades, son admitidos después de las pruebas al gozo y al reposo.

TEXTO IV
NOÉ FIGURA DE CRISTO

Noé fue la consolación de su padre Lamech: esto es lo que significa el nombre Noé; Jesús (este nombre significa Salvador) es, por la salvación que procura a los hombres, la consolación del Padre Eterno, que el pecado había irritado.
Noe fue un hombre justo y perfecto en medio de los hombres de tu tiempo; Noé, por orden de Dios, construyó un arca que debía salvar a todo aquellos que estaban con él. Jesús estableció la Iglesia, especie de arca providencial, fuera de la cual no hay salvación.
A la vez que construía el arca, Noé no dejaba de predicar la penitencia y no dejaba de decir a los judíos: “Hagan penitencia; si no hacen penitencia, perecerán todos”; y  nadie le escuchaba.
Después del sacrificio ofrecido a la salida del arca, Dios Hizo alianza con Noé; después del sacrificio de la cruz, Dios lo hizo con Nuestro Señor, y mediante Él con los hombres, una alianza que será eterna.
Noé repobló la tierra; nuestro Señor la pobló de justos, y el cielo de santos.
Noe fue ultrajado por Cam; Jesús expuesto sobre la cruz, fue ultrajado por los judíos. Cam, hijo de Noé, fue maldito en su posteridad, y sus hermanos, benditos de Dios; los Judíos insultadores fueron malditos de Dios y los verdaderos hijos de Israel, los discípulos de Jesús, fueron colmados de bendiciones.