Este Prefacio aparece en alguna edición de 1962 como prefacio ad libitum para el tiempo de Adviento. Anteriormente a esta fecha y, ya desde antiguo, estaba permitido en algunas diocesis y territorio como la diocesis de Paris. Posteriormente a 1962 se permitió su uso ad libitum para toda la Iglesia.
La Iglesia por medio de este prefacio, hermoso en su texto, da gracias al Padre por Jesucristo. Es Jesucristo, el hijo de mujer prometido que aplastaría la cabeza de la serpiente para salvar al hombre perdido en el pecado.
A Cristo se le llama: la Verdad, la Santidad y la Fortaleza. Tres términos muy arraigados en el Antiguo Testamento para referirse a Dios mismo y a su Mesías. Estos tres apelativos refieren perfectamente aquello que el pueblo de Israel esperaba, aquello que Cristo realizó en su vida y aquello que la Iglesia y cada uno de nosotros esperamos que él realice en nuestras pobres vidas.
La segunda parte del prefacio expresa la expectación gozosa que vive la Iglesia en el tiempo de Adviento esperando a Aquel que es enviado por el Padre y que ya está a las puertas. Hermosísima expresión "Dies affulget liberationis nostrae" -ya brilla el día de nuestra liberación-, que levanta los ánimos decaídos y fortalece la esparanza: Dios viene a salvarnos.
Vere dignum et iustum est, aequum et salutare, nos tibi semper et ubique gratias agere: Domine, sancte Pater, omnipotens aeterne Deus: per Christum Dominum nostrum; Quem perdito hominum generi Salvatorem misericors et fidelis promisisti: cuius veritas instrueret inscios, sanctitas iustificaret impios, virtus adiuvaret infirmos. Dum ergo prope est ut veniat quem missurus es, et dies affulget liberationis nostrae, in hac promissionum tuarum fide, piis gaudiis exultamus. Et ideo cum Angelis et Archangelis, cum Thronis et Dominationibus, cumque omni militia caelestis exercitus, hymnum gloriae tuae canimus, sine fine dicentes: | Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar, Señor Santo, Padre todopoderoso y eterno Dios, por Jesucristo nuestro Señor; él es, Dios misericordioso y fiel, el Salvador que habías prometido al género humano perdido por el pecado, para que la Verdad instruyese a los ignorantes, la Santidad justificara a los impíos, la Fortaleza ayudase a los débiles. Mientras está cerca aquel a quién tú nos envías, -ya viene-, y el día de nuestra liberación ya brilla, llenos de confianza en tus promesas, nos llenamos de piadosos gozos.Y por eso, con los Ánge-les y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército celestial, entonamos a tu gloria un himno, diciendo sin cesar: |