jueves, 26 de marzo de 2020

VIERNES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA


VIERNES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Estación en San Eusebio

Idea dominante de la Misa de esta Feria: Dios ayuda siempre a los que le son fieles

INTROITO    Salmo 18,15
Los pensamientos de mi corazón están siempre delante de ti, Señor mío y redentor mío. (S) Los cielos publicaran la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la grandeza de las obras de sus manos. v/. Gloria al Padre…

COLECTA
Oh Dios, que renuevas el mundo con inefables sacramentos, te rogamos concedas a tu Iglesia que no solamente prospero en sus eternas instituciones, mas también goce siempre de los auxilios temporales. Por nuestro Señor…

EPÍSTOLA 1 Reyes 17,17-24.
Sucedió después que enfermó el hijo de aquella mujer dueña de la casa, y la enfermedad era mortal, de suerte que quedó sin respiración alguna.  Por lo cual dijo a Elías: ¿Qué te he hecho yo, oh varón de Dios? ¿Has entrado en mi casa para renovar la memoria de mis pecados, y en castigo de ellos hacer morir a mi hijo.  Le respondió Elías: Dame tu hijo. Y tomándole de su regazo, lo llevó al aposento de arriba, donde estaba hospedado, y lo puso sobre su cama.  Y clamó al Señor diciendo: ¡Oh Señor Dios mío!, ¿aun a esta viuda, que me sustenta del modo que puede, la has afligido, quitando la vida a su hijo?  Después de esto se tendió, y se encogió sobre el niño por tres veces, y clamó al Señor diciendo: ¡Señor Dios mío! Te ruego que vuelvas el alma de este niño a sus entrañas.  Oyó el Señor la súplica de Elías, y volvió el alma del niño a entrar en él y resucitó.  Entonces Elías tomó el niño y lo bajó de su aposento al cuarto bajo de la casa, y se lo entregó a su madre diciéndole: Aquí tienes vivo a tu hijo.  Y dijo la mujer a Elías: Ahora acabo de reconocer en esto que tú eres un varón de Dios, y que verdaderamente la palabra de Dios está en tu boca.

GRADUAL    Salmo 117, 8-9
Mejor es confiar en el Señor, que confiar en el hombre. v/. Mejor es poner la esperanza en el Señor, que ponerla en los príncipes.

TRACTO    Salmo 102,10
Señor, no nos trates según merecen nuestros pecados, ni según nuestras culpas nos castigues. v/. Señor, no te acuerdes de nuestras antiguas maldades: anticípense a favor nuestro cuanto antes tus misericordias; pues nos hallamos reducidos a extrema miseria. (Aquí se arrodilla). Ayúdanos, oh Dios Salvador nuestro: y por la gloria de tu nombre, líbranos, Señor, y perdona nuestros pecados, por amor a tu nombre.

EVANGELIO Juan 11,1-45
Estaba enfermo por este tiempo un hombre llamado Lázaro, vecino de Betania, patria de María y de Marta sus hermanas.  (Esta María es aquella misma que derramó sobre el Señor el perfume, y le limpió los pies con sus cabellos; de la cual era hermano el Lázaro que estaba enfermo). Las hermanas, pues, enviaron a decirle: Señor, mira que aquel a quien amas está enfermo. Oyendo Jesús el mensaje, les dijo: Esta enfermedad no es mortal, sino que está ordenada para gloria de Dios, con la mira de que por ella el Hijo de Dios sea glorificado. Jesús tenía particular afecto a Marta y a su hermana María y a Lázaro. Cuando oyó que éste estaba enfermo, se quedó aún dos días más en el mismo lugar. Después de pasados estos, dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a la Judea. Le dijeron sus discípulos: Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, y ¿quieres volver allá? Jesús les respondió: Pues, ¿no son doce las horas del día? El que anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo;  al contrario, quien anda de noche, tropieza, porque no tiene luz. Así dijo, y les añadió después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas yo voy a despertarle del sueño. A lo que dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Más Jesús había hablado del sueño de la muerte; y ellos pensaban que hablaba del sueño natural. Entonces les dijo Jesús claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros de no haberme hallado allí, a fin de que creáis. Pero vamos a él. Entonces Tomás, por otro nombre Dídimo, dijo a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, y muramos con él.  Llegó, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba sepultado. (Distaba Betania de Jerusalén como unos quince estadios). Y habían ido muchos de los judíos a consolar a Marta y a María por la muerte de su hermano. Marta, luego que oyó que Jesús venía, le salió a recibir; y María se quedó en casa. Dijo, pues, Marta a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. Aunque estoy persuadida de que ahora mismo te concederá Dios cualquiera cosa que le pidieres. Le dijo Jesús: Tu hermano resucitará. Le respondió Marta: Bien sé que resucitará en la resurrección universal, que será el último día. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: Quien cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá; y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre; ¿crees tú esto? Le respondió: ¡Oh Señor!, sí que lo creo, y que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, que has venido a este mundo. Dicho esto, se fue, y llamó secretamente a María, su hermana, diciéndole: Está aquí el Maestro y te llama. Apenas ella oyó esto, se levantó apresuradamente, y fue a encontrarle. Porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que aún estaba en aquel mismo sitio en que Marta le había salido a recibir. Por eso los judíos que estaban con María, en la casa, y la consolaban, viéndola levantarse de repente, y salir fuera, la siguieron diciendo: Esta va sin duda al sepulcro para llorar allí. María, pues, habiendo llegado a donde estaba Jesús, viéndole, se postró a sus pies, y le dijo: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús al verla llorar, y llorar también los judíos que habían venido con ella, se estremeció en su alma, y se conturbó a sí mismo, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Ven, Señor, le dijeron, y lo verás. Entonces a Jesús se le arrasaron los ojos en lágrimas. En vista de lo cual dijeron los judíos: Mirad cómo le amaba.  Mas algunos de ellos dijeron: Pues éste, que abrió los ojos a un ciego de nacimiento, ¿no podía hacer que Lázaro no muriese? Finalmente, prorrumpiendo Jesús en nuevos sollozos, vino al sepulcro, que era una gruta cerrada con una gran piedra. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, hermana del difunto, le respondió: Señor, mira que ya hiede, pues hace ya cuatro días que está ahí. Le dijo Jesús: ¿No te he dicho que si creyeres, verás la gloria de Dios? Quitaron, pues, la piedra; y Jesús levantando los ojos al cielo, dijo: ¡Oh Padre!, gracias te doy porque me has oído: bien es verdad que yo sabía que siempre me oyes; mas lo he dicho por este pueblo que está alrededor de mí, con el fin de que crean que tú eres el que me has enviado. Dicho esto, gritó con voz muy alta y sonora: Lázaro, sal afuera. Y al instante el que había muerto salió fuera, ligado de pies y manos con fajas y tapado el rostro con un sudario. Les dijo Jesús: Desatadle, y dejadle ir. Con eso muchos de los judíos que habían venido a visitar a María y a Marta, y vieron lo que Jesús hizo, creyeron en él.

OFERTORIO    Salmo 17, 28 y 32
Tu Señor, salvaras al pueblo humilde, y humillaras los ojos altaneros; porque ¿Qué Dios hay fuera del Señor?

SECRETA
Te rogamos, Señor, que nos purifiquen los dones ofrecidos y hagan que tu estés siempre propicio con nosotros. Por nuestro Señor…

COMUNION      Juan 11, 33, 35, 43, 44, y 39
Viendo el Señor a las hermanas de Lázaro que lloraban junto al sepulcro, lloro en presencia de los judíos, y exclamo: Lázaro, sal fuera; y salio teniendo atados los pies y las manos, aquel que hacia cuatro días había muerto.

POSCOMUNION
Te suplicamos, Señor, que la participación de este sacramento nos purifique continuamente de nuestros propios delitos y nos defienda de toda adversidad. Por nuestro Señor…

SOBRE EL PUEBLO
Oremos. Humillad ante Dios vuestras cabezas
Concedenos, te pedimos, oh dios todopoderoso, que quienes persuadidos de nuestra fragilidad recurrimos a tu poder, nos regocijemos siempre con tu asistencia. Por nuestro Señor…
Transcripto por Dña. Ana María Galvez


TEXTOS EN LATÍN


Feria VI post Dominicam IV in Quadragesima

Statio ad S. Eusebium

Introitus. Ps. xviii: 15
Meditátio cordis mei inconspéctu tuo semper: Dómine, adjútor meus, et redémptor meus. Ps. ibid., 2 Cœli enárrant glóriam Dei: et ópera mánuum ejus annúntiat firmaméntum. Glória Patri. Meditátio cordis mei.
Oratio.
Deus, qui ineffabílibus mundum rénovas sacraméntis: præsta, quǽsumus; ut Ecclésia tua et ætérnis profíciat institútis, et temporálibus non destituátur auxíliis. Per Dóminum.

3 Reg. xvii:17-24.
Léctio libri Regum.
In diébus illis: Ægrotávit fílius mulíeris matrisfamílias, et erat lánguor fortíssimus, ita ut non remanéret in eo hálitus. Dixit ergo ad Elíam: «Quid mihi et tibi, vir Dei? Ingréssus es ad me, ut rememoraréntur iniquitátes meæ, et interfíceres fílium meum?» Et ait ad eam Elías: «Da mihi fílium tuum.» Tulítque eum de sinu ejus, et portávit in cenáculum, ubi ipse manébat, et pósuit super léctulum suum, et clamávit ad Dóminum, et dixit: «Dómine, Deus meus, étiam ne víduam, apud quam ego utcúmque susténtor, afflixísti, ut interfíceres fílium ejus?» Et expándit se, atque mensus est super púerum tribus vícibus, et clamávit ad Dóminum, etait: «Dómine, Deus meus, revertátur, óbsecro, ánima púeri hujus in víscera ejus.» Et exaudívit Dóminus vocem Elíæ: et revérsa est ánima púeri intra eum, et revíxit. Tulítque Elías púerum, et depósuit eum de cenáculo in inferiórem domum, et trádidit matri suæ, et ait illi: «En vivit fílius tuus.» Dixítque múlier ad Elíam: «Nunc in isto cognóvi, quóniam vir Dei es tu, et verbum Dómini in ore tuo verum est.»
Graduale. Ps. cxvii: 8-9.
Bonum est confídere in Dómino, quam confídere in hómine. v. Bonum est speráre in Dómino, quam speráre in princípibus.
Tractus. Ps.cii: 10
Dómine, non secúndum peccáta nostra, quæ fécimus nos: neque secúndum iniquitátes nostras retríbuas nobis. Ps. lxxviii: 8-9 Dómine, ne memíneris iniquitátum nostrárum antiquárum: cito antícipent nos misericórdiæ tuæ, quia páuperes facti sumus nimis. (Hic genuflectitur)Adjuva nos, Deus, salutáris noster: et propter glóriam nóminis tui, Dómine, líbera nos: et propítius esto peccátis nostris, propter nomen tuum.
Joann. xi: 1-45
Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem.
In illo témpore: Erat quidam languens Lázarus a Bethánia, de castéllo Maríæ et Marthæ, soróris ejus. (María autem erat, quæ unxit Dóminum unguento, et extérsit pedes ejus capíllissuis: cujus frater Lázarus infirmabátur.) Misérunt ergo soróres ejus ad eum, dicéntes: «Dómine, ecce, quem amas infirmátur.» Audiens autem Jesus, dixit eis: «Infírmitas hæc non est ad mortem, sed pro glória Dei, ut glorificétur Fílius Dei per eam.» Diligébat autem Jesus Martham et sorórem ejus, Maríam, et Lázarum. Ut ergo audívit, quia infirmabátur, tunc quidem mansit in eódem loco duóbus diébus. Déinde post hæc dixit discípulis suis: «Eámus in Judǽam íterum.» Dicunt ei discípuli: «Rabbi, nunc quærébant te Judǽi lapidáre, et íterum vadis illuc?» Respóndit Jesus: «Nonne duódecim sunt horæ diéi? Si quis ambuláverit in die, non offéndit, quia lucem hujus mundi videt: si autem ambuláverit in nocte, offéndit, quia lux non est in eo.» Hæc ait, et post hæc dixit eis: «Lázarus, amícus noster, dormit: sed vado, ut a somno éxcitem eum.» Dixérunt ergo discípuli ejus: «Dómine, si dormit, salvus erit.» Díxerat autem Jesus de morte ejus: illi autem putavérunt, quia de dormitióne somni díceret. Tunc ergo Jesus dixit eis maniféste: «Lazarus mórtuus est: et gáudeo propter vos, ut credátis, quóniam non eram ibi: sedeámus ad eum. Dixit ergo Thomas, qui dícitur Dídymus, ad condiscípulos: «Eámus et nos, ut moriámur cum eo.» Venit itaque Jesus, et invénit eum quátuor dies jam in monuménto habéntem. (Erat autem Bethánia juxta Jerosólymam quasi stádiis quíndecim.) Multi autem ex Judǽis vénerant ad Martham et Maríam, ut consolaréntur eas de fratre suo. Martha ergo, ut audívit quia Jesus venit, occúrrit illi: María autem domi sedébat. Dixit ergo Martha ad Jesum: «Dómine, si fuísses hic, frater meus non fuísset mórtuus: sed et nunc scio, quia, quæcúmque popósceris a Deo, dabit tibi Deus.» Dicit illi Jesus: «Resúrget frater tuus.» Dicit ei Martha: «Scio, quia resúrget in resurrectióne in novíssimo die.» Dixit ei Jesus: «Ego sum resurréctio et vita: qui credit in me, etiam si mórtuus fúerit, vivet: et omnis, qui vivit et credit in me, non moriétur in ætérnum. Credis hoc?» Ait illi: «Utique, Dómine, ego crédidi, quia tu es Christus, Fílius Dei vivi, qui in hunc mundum venísti. Et cum hæc dixísset, ábiit et vocávit Maríam, sorórem suam, siléntio, dicens: «Magíster adest, et vocat te.» Illa ut audívit, surgit cito, et venit ad eum: nondum enim vénerat Jesus in castéllum; sed erat adhuc in illo loco, ubi occúrrerat ei Martha. Judǽi ergo, qui erant cum ea in domo et consolabántur eam, cum vidíssent Maríam, quia cito surréxit et éxiit, secúti sunt eam, dicéntes: «Quia vadit ad monuméntum, ut ploret ibi.» María ergo, cum venísset, ubi erat Jesus, videns eum, cécidit ad pedes ejus, et dicit ei: «Dómine, si fuísses hic, non esset mórtuus frater meus.» Jesus ergo, ut vidit eam plorántem, et Judǽos, qui vénerant cum ea, plorántes, infrémuit spíritu, et turbávit seípsum, et dixit: «Ubi posuístis eum?» Dicunt ei: «Dómine, veni et vide.» Et lacrimátus est Jesus. Dixérunt ergo Judǽi: «Ecce, quómodo amábat eum.» Quidam autem ex ipsis dixérunt: «Non póterat hic, qui apéruit óculos cæci nati, facere, ut hic non morerétur?» Jesus ergo rursum fremens in semetípso, venit, ad monuméntum. Erat autem spelúnca, et lapis superpósitus erat ei. Ait Jesus: «Tóllite lápidem.» Dicit ei Martha, soror ejus, qui mórtuus fuerat: «Dómine, jam fetet, quatriduánus est enim.» Dicit ei Jesus: «Nonne dixi tibi, quóniam, si credíderis, vidébis glóriam Dei?» Tulérunt ergo lápidem: Jesus autem, elevátis sursum óculis, dixit: «Pater, grátias ago tibi, quóniam audísti me. Ego autem sciébam, quia semper me audis, sed propter pópulum, qui circúmstat, dixi: ut credant, quia tu me misísti.» Hæc cum dixísset, voce magna clamávit: «Lázare, veni foras.» Et statim pródiit, qui fúerat mórtuus, ligátus pedes et manus ínstitis, et fácies illíus sudário erat ligáta. Dixit eis Jesus: «Sólvite eum, et sínite abíre.» Multi ergo ex Judǽis, qui vénerant ad Maríam et Martham, et víderant quæ fecit Jesus, credidérunt in eum.
Offertorium. Ps. xvii: 28 et 32.
Pópulum húmilem salvum fácies, Dómine, et óculos superbórum humiliábis: quóniam quis Deus præter te, Dómine?
Secreta.
Múnera nos, Dómine, quǽsumus, obláta puríficent: et te nobis jugiter fáciant esse placátum. Per Dóminum nostrum.
Communio. Joann. xI: 33,35,43, 44 et 39.
Videns Dóminus flentes soróres Lázari ad monuméntum, lacrimátus est coram Judǽis, et exclamávit: «Lázare, veni foras,» et pródiit ligátis mánibus et pédibus, qui fúerat quatriduánus mórtuus.
Postcommunio.
Hæc nos, quǽsumus, Dómine, participátio sacraménti: et a propriis reátibus indesinénter expédiat, et ab ómnibus tueátur advérsis. PerDóminum.

Super populum:
Orémus. Humiliáte cápita vestra Deo.
Oratio.
Da nobis, quǽsumus, omnípotens Deus: ut, qui infirmitátis nostræ cónscii, de tua virtúte confídimus, sub tua semper pietáte gaudeámus. Per Dóminum.